Ficción en ambiente rural
Ficción en ambiente rural, Por Martina Gallegos
“Tres Luces” Por Claire Keegan,
Editorial Eterna Cadencia, 1era edición, 2010, Traducción por Jorge Fondebrider.
Con una carrera literaria corta, Claire Keegan, esta novedosa pero prometedora escritora irlandesa nacida en un condado rural y católico, nos deslumbra con su tercer novela publicada en el 2010 “Tres Luces”; una historia pasional, llena de sentimientos encontrados, tranquilidad y unión familiar, donde una niña proveniente de una familia rural y numerosa, pasará un verano con los Kinsella, una pareja que tiene un secreto guardado, pero que está bien predispuesta a cuidar de ella el tiempo que necesite.
Claire Keegan nació en Wicklow, Irlanda en 1968 en una familia rural y católica. Viajó a Estados Unidos a estudiar Filología Inglesa y Ciencias Políticas en la Universidad de Loyola, para luego regresar a su país natal y realizar un Máster en escritura creativa en la Universidad de Gales. En 1999 publicó su primer libro de relatos Antártida, en 2007 su segundo libro llamado Recorre los campos azules, para ya en 2010 publicar Tres Luces y por último, en 2021, Pequeñas cosas como esas. La autora se ha caracterizado por escribir una ficción situada dentro de ambientes rurales propios de su crianza y asu vez, mezclandolo con acontecimientos que generan un gran movimiento de emociones en la vida de los protagonistas de cada una de ellas.
Sugerimos leer a Claire Keegan de manera pausada y atenta, no debe ser tomada a la ligera, ya que esta reseña literaria propone quitarle la banalidad a sus historias típicas sobre familias en el ámbito rural, para darle peso a cómo se expresan los sentimientos de cada personaje en cada momento; sobre qué está pensando, cómo ha vivido cada situación de su vida, y como esto interpelará las decisiones que tome en su camino.
Keegan deja expuestas informaciones cruciales de la historia cuando uno menos se lo espera y de la forma más sutil que se pueda, y a su vez, se expresa de una manera fluida en gran parte gracias al uso de la elipsis en los momentos indicados. La prosa de la escritora, por momentos, deja muchas cosas implícitas que uno debe ir entendiendo con el avanzar de la lectura, y los eventos importantes o cruciales para la trama son contados a través de recursos literarios muy específicos como la analepsis ya que siempre son sucesos evocados del pasado.
Para adentrarnos en el análisis de la historia, la niña narra la historia desde su perspectiva, donde ve lo extraño del mundo adulto desde la mirada de un ser que ha sido menospreciado en su propia familia y que no ha llamado la atención de nadie. Vive en un hogar donde su padre, víctima de la ludopatía, desaparece el día entero y derrocha y pierde los pocos ingresos que tiene para su familia jugando. Su madre se presenta como un personaje débil y cansado, sometido a la presencia masculina de su marido y abocada plenamente a cumplir con su rol de madre y ayudar en el hogar.
Esta criatura es llevada con los Kinsella en la búsqueda de una boca menos que alimentar durante los últimos meses de embarazo de su madre. Esta familia está mejor posicionada económicamente y vive en una realidad alejada a la que ella conoció en su corta edad. Al llegar se encuentra totalmente fuera de su zona de confort y muy alerta de no equivocarse ni tener problemas en este nuevo lugar que será su hogar por un periodo indeterminado de tiempo. De a poco ella va entendiendo que aquí las cosas son distintas, debe ayudar solo en las cosas que se le piden, aprende a ocuparse de ella misma aseándose, aprende modales, a vestirse correctamente y a leer. Con el pasar del tiempo comienza a sentirse cómoda en la casa, a afianzar su vínculo con ambos adultos y a encontrar su lugar en la familia.
Debemos destacar los elementos característicos del ambiente rural bien propios de la escritura de Keegan y sus orígenes en Irlanda, como las actividades cotidianas que deben realizarse en la casa de los Kinsella, o mismo los trabajos que la niña realizaba en su casa. A su vez, el ambiente barrial se da a lo largo de toda la novela: desde las reuniones espontáneas en la casa de los Kinsella con amigos y vecinos, hasta las charlas de calle en el pueblo donde realizan sus compras, Gorey. Por último, el mayor indicio de sociedad campestre que encuentro en la novela, es esa corta pero fundamental escena donde Mildred, la amiga de Edna Kinsella, ofrece cuidar por un rato a la pequeña. Aún habiendo compartido poco tiempo juntas, saca a la luz las habladurías típicas de un pueblo donde todos quieren saber de la vida del orto, atosigando a preguntas a la niña, pero sobre todo, dejando a la luz el secreto que la pequeña aún no sabía: el fallecimiento del hijo Kinsella en el pozo que ella tan bien conocía.
Uno creería que la puesta en escena de este acontecimiento cambiaría un poco el giro de la trama, pero a mi parecer no es así. A pesar de ser un hecho importantísimo para el análisis de los personajes y su relación, dentro de la historia no impacta en ella ya que la pequeña sigue desarrollando su estancia en la casa con naturalidad. Es un gran justificativo sobre por qué esta pareja y la niña se vuelven cada vez más unidas y forman un lazo que es y será irrompible de acá al final de la novela. [...] “Hay una sola que ahora me preocupa y mis pies me están llevando en su dirección. Apenas me ve se detiene y se queda quieto. No dudo, sino que sigo corriendo hacia él y, para cuando alcanzo el portón, este está abierto y choco contra él que me levanta en brazos. Por un buen rato, me abraza fuerte. [...] Me aferro como si fuera a ahogarme si lo dejo ir y escucho a la mujer cuya garganta parece turnarse para sollozar y llorar, como si ahora llorase no por uno sino por dos. [...] Si una parte de mi quiere con todo mi corazón bajar y decirle a la mujer que tan bien me cuidó que nunca jamás voy a decir nada, algo más profundo me mantiene ahí, en brazos de Kinsella, aferrada.
-Papi- le digo, alertando-. Papi.” [...]
No hay fragmento mejor que el final para expresar el sentimiento de unión que atravesaron los Kinsella con la niña luego de su pérdida. Esta escena es mas que sentimental para ambas partes y muy reflexiva para nosotros como lectores debido a que notamos que ambos llenan el vacío emocional que tiene el otro. La pareja, ha perdido un niño que amaron y la posibilidad de pasar el proceso de crianza. Por su lado, la pequeña tiene unos padres que nunca le han dado mayor atención y menos que menos, ninguna demostración afectiva, y llega a una casa donde está explícita la preocupación por ella y puede ser el centro de atención de la familia, sintiendo por primera vez lo que es ser escuchada, atendida y elogiada.
Es muy interesante como con una historia simple y breve, Claire mezcla los sentimientos de una niña que recibe poca atención y afecto dentro de su propia familia, y los mezcla de una forma muy fluida con los sentimientos de una pareja dolida y lastimada que ha perdido a su niño y que aún se encuentra en el solitario proceso de realizar el duelo por el mismo.
Su historia “Tres Luces” ha tenido tal repercusión que fue adaptada a la pantalla grande en el 2022 con actores como Catherine Clinch, Carrie Crowley y Michael Patric, y también ha ganado el Premio Davy Byrnes. En 2021, publicó otra de sus reconocidas obras: “Cosas pequeñas como esas” la cual enriquece el análisis que podemos hacer de “Tres Luces” al encontrar una similitud narrativa en algunos conceptos como el ambiente rural, la familia católica conservadora, y por sobre todo, el reiterativo mensaje de abandono familiar que tiene el protagonista.
A diferencia de la recién mencionada, esta nueva historia tiene de protagonista a un caballero que ha construído una vida con su propia familia conformada por cinco niñas y una esposa, pero que deja en claro a lo largo de la trama que aún no ha superado sus traumas de la infancia provenientes de ser hijo único de una muchacha joven y de desconocer la identidad de su padre. Esto hace que Furlong, este hombre, sienta un peso de insatisfacción en su cotidianeidad, a tal punto que, al descubrir que en la Iglesia hay monjas que maltratan a mujeres jóvenes “problemáticas”, decide salvar a una de ellas y acogerla en su casa sin saber cuál será la reacción de su esposa e hijas.
Admiro esta capacidad que ha tenido Claire Keegan de reflejar la ausencia familiar en ambas novelas de manera distinta pero transmitiendo el mismo mensaje y por sobre todo, el mismo malestar sentimental de los protagonistas que podemos sentir en carne propia cuando avanzamos la lectura.
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