Cuento policial

Era una noche oscura en la Ciudad de Buenos Aires, caminaba muy tranquilamente por la calle, ignorando las alertas de alta delincuencia en mi zona. Honestamente, estaba acostumbrada y creí que nunca sucedería nada. Solía salir a pasear a mi perro negro, Bostón, cada noche luego de cenar, quizas un hábito peligroso, pero era el momento que mas disfrutaba de mi día.

Siempre recorría las mismas calles, iba de Balcarce hasta Paseo Colón y la Facultad de Ingenieria, hacía dos cuadras a la derecha y volvía dando la vuelta completa. Siempre el mismo camino.

Conocía a los fisuras del barrio, ya hasta me saludaban. No les temía, ¿qué me iban a hacer?

Nunca dudé de mi integridad física pasando por estas calles hasta ese día.

Pasaba por una de las esquinas usuales cuando veo a estos mismos vagabundos peleando y gritando, revoleandose cosas y corriendo para todos lados. Reaccionó de forma tranquila e indiferente, y sigo caminando. ¡Pero para que! No mas tardar un segundo un enano que yo creía de lejos que era un niño, me grita "Eh loco, vos que haces aca, está calle es nuestra ahora eh".

A lo que yo, un poco anonadada, decido ignorarlo y comenzar a caminar mas rápido, pensando que esta sería la solución, pero no lo fue. "Ah vos no nos das ni cabida no?, ya vas a ver pendeja de mierda, nos vas a venir bien".

Al escuchar esto no tuve la mejor idea que salir corriendo para el lado contrario de mi casa. No me pregunten por que, la desesperación no me permitió pensar con claridad.

Al ver que me perseguían tantas personas con intereses no amistosos no tuve mas remedio que esconderme en una casa del barrio que sé que está abandonada. Es rosa, de construcción antigua, mal cuidada por los años vacia pero muy bonita arquitectonicamente. Siendo la primera vez que entraba, tuve que procurar hacer silencio y tener mucha atención con lo que tocaba, esto sobre todo porque no solté a mi perro en ningun momento, por lo que necesitaba lograr que Bostón tambien se calme y sobre todo: que haga silencio.

Despues de quedarme metida ahí un rato, el polvo y el olor a humedad me ganan, y decido comenzar la salida de a poco, sobre todo porque ya se había hecho tarde y no sabía que me daba mas miedo, si volver a salir a la calle o pasar allí la noche.

Divago un rato por la casa para encontrar alguna puerta paralela o distinta a la que usé de entrada, solo por las dudas que hayan quedado alli esperandome mis nuevos amigos.

Erraticamente, tiro un reloj de pie antiguo que había en la edificación y consigo tirar una seguidillas de sillas una atrás de la otra, por lo que mi arduo esfuerzo previo por hacer silencio fue totalmente en vano. Vuelvo a escuchar gritos.

¿Estos hombres no tienen nada mejor que hacer que quedarse a esperar que salga?, pienso yo, pero este pensamiento desaparece rapidamente para volver a transformarse en incertidumbre y miedo. ¿Que querían? Yo no había visto nada fuera de lo normal. No se quienes son, no son los hombres de siempre pero tampoco tengo nada para ofrecerles. Salí con doscientos pesos, las llaves de mi casa y un perro. Ni teléfono para que me roben tengo encima.

Me rindo. No tengo nada para darles, capaz dialogando llegamos a un acuerdo, o al menos me dejan tranquila. Capaz me confundieron con alguién mas. Quizás se creen que vi algo ilegal o algo que no debería. Mi cabeza empieza a pensar cientos de opciones y destinos para mi vida, pero es tarde, estoy cansada y no tengo energías para luchar con delincuentes. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Decido dejar de taparle la boca a mi perro y avanzar con cautela hacia la única puerta que conocía de esta casa, donde probablemente haya gente esperandome.

Empiezo a escuchar voces, estas hablan de traslados, de precios, de como secuestrar a alguien.

Y ahí entendí todo. Estos no eran los fisuras de mi barrio. No los de siempre.

Esta gente estaba hablando explicitamente de trata de personas, y yo, toda ingenua, estaba apunto de salir por esa puerta. Que afortunada de haber escuchado pensé, pero al mismo tiempo, seguía escondida dentro de una casa de la cual desconocía otra salida, rodeada por una incierta cantidad de hombres con malas intenciones.

Debía encontrar una solución pronto pero el temor me jugo una mala pasada.

Comencé a caminar por la casa, ya con la vista acostumbrada a la oscuridad, logré no chocar con nada pero claramente me estaban esperando escondidos. "¡Cuidado! Te encontramos preciosa" me grita el tipo mas desagradable que vi en mi vida a lo que seguido a esto, proceden a agarrarme entre dos y sacarme a mi perro. "Vos te venis con nosotros nenita, estas bien linda y nos vas a dar unos buenos pesos". Por suerte, Bostón entendió que era momento de poner en práctica los ejercicios de ataque que habíamos practicado. Él los ataca y logro soltarme, sacan un cuchillo herrumbado y en vez de atacarme con él, me lo revolean pero logro esquivarlo, unicamente ha dejado un espejo roto. Con Bostón mordiendo a los muchachos, aprovecho a agarrar una lampara y rompersela en la cabeza a uno de los dos, algo que me da tiempo para correr. Lo agarro y nos ponemos a correr hacia la salida. Decido que lo mejor será salir de golpe y correr sin importar cuantos haya en la puerta porque si me quedo aquí y me agarran, sufriré el triple solo por querer defenderme.

Al empujar la puerta y correr, solo había un hombre que me ve y no dice nada. No corre, no me persigue, se queda ahí, y me grita que me da un minuto de ventaja.

Corró 7 cuadras, con mi fiel perro al lado mio, igual de alterado que yo. Al avanzar empiezo a escuchar gritos, pero están suficientemente lejos como para no ver donde estoy. Llego a casa, ruego tener las llaves, las encuentro y me meto. Estoy a salvo pienso. ¿Estoy a salvo? Y a pesar de estas sana y salva, mi cabeza solo empieza a pensar en las consecuencias de esto. ¿Podré salir a la calle sin que me reconozcan? ¿Podré llamar a la policia sin que me caiga la mafia entera encima?

La incertidumbre e indecisión me invaden. Logro calmarme y dormir. Mañana será otro día para pensar mas en frío. Lo que si tengo decidido, es que pasear a Bostón en la bonita noche de Buenos Aires, ya dejó de ser mi actividad favorita.

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